miércoles, 6 de mayo de 2009

LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA

Casualidades y causalidades que probablemente no hacen al caso me han hecho revisitar hoy el cuento de Edgar Allan Poe que se titula exactamente igual que esta entrada y que podéis leer por ejemplo aquí:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/mascara.htm

Esto es lo bueno de volver: que la última vez sólo percibí un tono inquietante que hoy hallo, además, profético. Si la historia se condensa un poquito y se reescribe en futuro, podría firmarla Nostradamus. ¿Quién es el Príncipe Próspero? ¿Qué aterradora amenaza se oculta tras la Máscara de la Muerte Roja? Creo que hay una edición reciente con comento (¡y traducción de Cortázar! ¡Slurp!) en Páginas de Espuma.

Si existe la ficción científica, subgénero narrativo que hace explícitas las incertidumbres ante el avance tecnológico, ¿no os parece que cuentos como éste quizá hayan inaugurado una ficción social y no nos hayamos dado cuenta? (A lo mejor se ha dado cuenta todo el mundo menos yo, esas cosas a mí me pasan, pero en tal caso os censuraré que no me lo hayáis contado). Claro que podríamos relacionarlo con el Decamerón, pero busco la conexión con Orwell , El señor de las moscas o el Ensayo sobre la ceguera, por ejemplo.

I´m in a what if mood… Y aquí cito a Garfield y me apresuro a pedir perdón por la cita erudita.

4 comentarios:

  1. Saludos, Vicente.
    No te oculto que llevo tiempo queriendo hacerte llegar mis felicitaciones por el blog. La verdad, tus textos son tan rotundos que, cuando uno se plantea dejar alguna impronta, surge de inmediato aquello de "¿qué podemos agregar...?". Como buen lutherano, reconocerás la cita.
    Del Maestro, ¿qué decir? La Muerte Roja, como William Wilson, como El Hombre DE la Multitud, inauguraron, como dices un nuevo género: la ficción social. Poe se hace tan querido porque vemos en él, como en Andrés Hurtado (o en Rodrigo Díaz de Carreras), la triste figura del Precursor. Como Cyrano (aquí yace Hercules Sabino Cyrano de Bergerac, que fue todo y no fue nada). Figuras que mueven al cariño sincero y a la piedad más profunda.
    Y, en el caso de Poe, al terror terrible de terminar el relato, cerrar el libro y mirar por encima del hombro. Quién sabe: quizás Madeleine Usher esté, efectivamente, detrás de la puerta.
    Un abrazo.
    A

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  2. ¡Padre y maestro mágico, salud!
    Cuando ya consideraba seriamente echar la persiana de la Orpheniva Lyra apareció aquello de ARQRQF. Si como buen luthierano agradezco lo de "qué podemos añadir", como mal "policeano" (de los de Sting) andaba considerando si alguien leería mi "message in a bottle".
    Como en Agincourt o en el Tenorio, redención y victoria "in extremis".
    Con tales huestes, espoleo con el mismo alborozo que debió sentir nuestro señor Don Quijote al alba memorable de su salida primera.
    Con la venia, póngame a los pies de la Reina.

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  3. La verdead es que la enseñanza de la narración se puede trasladar a cualquier ámbito porque como es arriba, es abajo pero fíjate que a mi esa Máscara de la Muerte Roja se me pareció más a esos aspectos oscuros de nuestra propia personalidad que intentamos dejar fuera de las fiestas en tanto que relaciones sociales y que recurrentemente se nos presentan dándonos un susto de muerte (tanto más cuanto menos la esperamos).
    Esos aspectos que somos capaces de ver claramente en otros a los que censuramos sin ambages y que tenemos dormidos pero presentes en algún rincón siniestro de nosotros mismos.
    El reverso tenebroso, lo más primitivo, peligroso y atávico (Poe debía conocer bien ese lado) que puede, desafiando toda medida precautoria, colarse en medio de una fiesta y darnos un susto de tres pares.

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  4. Que amenaza se olcutaba tras la mascara de la muerte roja

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