sábado, 3 de octubre de 2009

El hombre que esculpió a Dios

TÍTULO: El hombre que esculpió a Dios
AUTOR: Fernando Carrasco
EDITORIAL: Jirones de azul
COLECCIÓN: Mundus
PÁGINAS: 442
PROCEDENCIA: Préstamo de Félix Valiente (Senior)
FECHA LECTURA: Agosto 2009.


SINOPSIS:

1620: Juan de Mesa, escultor imaginero cordobés afincado en Sevilla está terminando la que está llamada a ser su obra maestra: el Señor del Gran Poder. Está enfermo y poseído de esa “pasión creadora” que asociamos a los científicos y los sabios en las nubes. Testigo de estos movimientos postreros de su gubia, su discípulo Francisco de Asís Gamazo se conjura consigo mismo (¿) para evitar que la obra de su admirado maestro caiga en el olvido o, lo que es peor, sea suplantada su autoría por la sombra alargada del “mediático” (diríamos hoy) Martínez Montañés.
Paralelamente, en la Sevilla del siglo veintiuno comienza a aflorar una conspiración que parece tener el propósito de “dar el cambiazo” a las imágenes de Juan de Mesa para protegerlas de quién sabe qué secretas asechanzas. Laura Moreno, investigadora del IAPH –siglas que conoce cualquier sevillano que además sea cofrade- se verá envuelta en una peligrosa conspiración.

OBSERVACIONES Y COMENTARIOS:

En mi personalísima intrahistoria lectora, que a nadie importa, he pasado de Pahmuk a Carrasco, lo cual es sin duda un exceso incluso para mí. Es el típico libro que lees porque la gente conoce tu afición por su referente (“Con lo que te gusta la Edad Media, habrás leído Los pilares de la Tierra, ¿no?”) y, basándose en él, te lo presta o regala y tú, claro, te lo lees sin aplicar tus creencias más profundas (Ars longa, vita brevis) y sufres todas sus páginas, desde “La luz hizo acto de presencia” (SIC- Sigh!) hasta “sobre todo, de fe en Jesucristo y su madre, la Santísima Virgen María-El autor”.
Un argumento predecible, tópicos en fondo y forma y una expresión desaliñada hasta decir basta son solo las tachas más evidentes y superficiales de esta versión hispalense de El código Da Vinci, aún más execrable que aquella de que es epígona.

Y mira que me cuesta hablar mal de libros y personas. En fin, el libro no me ha gustado y seguro que lo ha escrito una buenísima persona.