martes, 29 de diciembre de 2009

ÁNGELES EN LA CIUDAD ETERNA

Era Cuaresma y paseaba con mis hijos por el centro. Visitamos a mi amigo Jose, que vende cupones en la esquina de la zapatería donde estaba el bar Flor. Íbamos luego al besamanos de la Virgen del Valle y por el camino quise enseñarles el escaparate polícromo de la Confitería La Campana: un paraíso de filas y filas de nazarenos de colores esperando su relleno de caramelos.
-¿De cuál es éste , papá?
- Del Cerro.
- ¿Y éste?
- De San Esteban.
(Confesión privada: rara vez tiene uno con sus hijos la certeza de que, en efecto, "se las sabe todas").
Mientras pegan manos y narices al cristal, mientras seleccionan uno de La Estrella y otro del Silencio -ellos y yo sabemos por qué- un tipo grandullón y barbudo hace fotografías. Pido a los niños que se salgan del encuadre y él me pide que se queden, con la aclaración de que me explicará qué se propone. Yo decidí el relleno: masticables de chocolate (¡MMMMMMM!) y el fotógrafo ofreció las aclaraciones oportunas. Volvimos a verlo en el besamanos, en el que hubo anécdota que os contaré otro día.
Casi olvidado ya aquel día de marzo -ha llovido mucho, sobre todo la última semana- entro hoy en cierta librería y en cuentro esto:

http://www.editorialalmuzara.com/editorial.php?idioma=1&libro=538

en cuya página ciento cuarenta y cinco se ve el escaparate, dos caritas reflejadas en el cristal y una manita que quiere coger al del Silencio.
Ángeles en la ciudad eterna, inesperado regalo de Reyes que ya viene a lomos de Melchor, mi rey, el mago blanco.
Sus caramelos se cruzan hoy con los de los nazarenos, con el descubrimiento sobresaltado -como de niño en la madrugada de Epifanía- de que Robles y del Junco han puesto, entre miles, una foto inolvidable para la que no basta toda la gratitud del mundo.
Seguro que adivináis por qué. ¿Recordáis vuestra cara en ese mismo cristal, su mano en vuestro hombro?

domingo, 27 de diciembre de 2009

EL DONOSO ESCRUTINIO

Desatiendo mi propio blog, lo cual no es muy significativo en estos momentos de alteridad en que siempre preocupan más otras saludes, comunicaciones y vidas que las propias. Lo que toca, y muy a gusto.
El título de esta entrada hace referencia a un expurgo en la biblioteca de mi Instituto -olim, Colegio- que me ha dado la ocasión de revisar, manosear, tocar y oler un montón de libros del pelaje más variado.
Primera impresión: ganas de cambiar mi profesión por la de librero de viejo, pana, mesa camillla, los cuarenta y seis Episodios Nacionales, una taza de café y, por qué negarlo, la caricia en el oído de la integral de Das Kantatenwerk.
Segunda, ya menos impulsiva: cuántas preguntas. ¿Porqué hay tantos ejemplares de Alfanhuí? ¿Qué pintaba en la biblioteca de un modesto colegio de pueblo la narrativa de Pearl S. Buck? ¿Qué significa exactamente Historia de la música ANDALUZA? ¿Serán buenas estas traducciones de Faulkner, con lo que se respeta a Fúlkner en este pueblo?
Me he traído una antología de autos sacramentales (que incluye a Lope, Tirso, Calderón y Mira de Amescua) solo porque está inclusa en un "Biblioteca fundamental del hombre moderno" y uno se pregunta: ¿Qué hombre moderno se permite desconocer El colmenero divino?
En fin, no quiero cansaros con un regreso de "erudito a la violeta", así que voy a "picar entre horas" (lo hago con libros más que con comidas) un Sevilla en los textos clásicos greco-latinos de un tal Alberto Díaz Tejera, no sé si a alguien le sonará...