jueves, 8 de enero de 2009

AZAHARES LUNEROS

Falto hace unos días: los Reyes Magos me dejaron destornillador en mano, montando triciclos, instalando baterías (¿alguien recuerda cuando simplemente se ponían pilas?), reciclando cartones...
Me encontró la mañana del siete adherido al pavimento del cruce Pagés del Corro-San Jacinto (por donde, mira por donde, pasan sendas cabalgatas de Triana y Ateneo y pasan de barrer hasta el día siete). Primer día de cole para ellos y para mí: ganaron ellos.
Aterrizo en el ocho de milagro y como si la depresión postparto me llegase durante la comunión de mi hijo, como una resurrección de insurrectos (dedico causalmente el adjetivo a la biennacida Eugenia), al tercer día, especialmente aciago, noto como el síndrome postvacacional viene muy agudo, como ángulo de dos grados, como pocos de mis chistes y como los hielos que parece que vienen mañana.
Después de tres símiles por el precio de uno no queda sino resolver: necesito esperanza blanca. E inevitablemente me acuerdo de los azahares luneros.
Así llaman, creo, por estas tierras de naranjos a los azahares que florecen paradójicos en ese momento del año casi exactamente simétrico al de su florecimiento oficial en la orgiástica sinestesia de la primavera a orillas del Gran Río, atraídos por la Luna como una marea, engañados por la bonanza como el eclipse distorsiona la alborada del gallo, como Dios sabe qué radares o sistemas globales de posicionamiento varan aparatosamente las que en la mar fueron livianas ballenas, devenidas lastimosamente en moles cetáceas. Los azahares luneros dan una gracia inesperada a las tardes irremediablemente cortas del otoño, porque alivian la pesadumbre que provoca la inminencia de los rigores del invierno como una promesa.
Polarizados, maniqueos, (“temperados”, con máxima benevolencia, “digitalizados”, ganamos precisión y perdimos sutileza ¿siempre se pierde la una a costa de la otra?). No siempre somos capaces de apreciar los detalles y tenemos la mala costumbre de confundir los finales con los principios. Crepúsculos hay confundibles con ortos, y he visto ocasos que me parecieron amaneceres.
El azahar lunero es esperanza...blanca.

1 comentario:

  1. ¡Qué bonito! Me ha gustado mucho esta entrada.
    Seguro que habrá un icono que signifique "clamor popular" para ponerlo tras:¡ otra, otra, otra,,,! pero como yo lo desconozco y además no sé si me gustaría ponerlo, valga al menos este comentario para testimoniar mi agradecimiento por algo tan bonito de leer y mi exhorto a que se repita con toda la frecuencia posible.
    Un beso

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